miércoles, 26 de junio de 2013

Crónica de un huerto 9: Genaro el espantapájaros

Los ataques repetidos contra nuestras pobres plantas no pueden quedar impunes. Por eso, un nuevo personaje a entrado a formar parte de la huerta. No podía ser otro que un señor espantapájaros el cual fue mi obsesión durante todo el fin de semana. Quizá hubiera sido una buena idea mirar en algún lugar cómo hacer un espantapájaros en condiciones, pero como no se nos encendió esa bombilla en aquel momento y yo tenía las muchas prisas que me suelen caracterizar, hicimos lo que pudimos con las escasas ideas que se nos pasaban por la cabeza a esas alturas del domingo.


Primero procedimos a la fabricación de unas cruces con palos que tenía el hortelano jefe por ahí tirados. 


Después le pusimos ropita. Y el caso es que yo creo que este debe ser el espantapájaros mejor vestido de la historia. Le pusimos unos dockers viejos de mi padre y su buena camisa de cuadros. Esto fue claramente intencionado. Si queremos despistar a los pájaros tenemos que vestirle tal y como el hortelano jefe frecuenta la huerta: como un pincel. Eso sí, le faltan los zapatos.


Yo no estaba nada contenta con la idea de ponerle una cara malvada con los dientes picados pero Patrick insistió en que era absolutamente necesario que fuera terrorífico para el mejor ahuyentamiento de nuestros enemigos plumíferos. Con todo el dolor de mi corazón, eso fue lo que salió.



El resultado del espantapájaros posiblemente no fue perfecto, lo que se dice perfecto y, a pesar del gran trabajo de fijación que llevaron a cabo los chicos, creo que sigue algo inestable. Pero con sus fallos y todo, a ver si es capaz de espantarnos a algunos de estos bichejos destroza tomates.

domingo, 23 de junio de 2013

La luna sobre Toledo


La luna brillaba de una manera especial sobre Toledo. Se acercó más de lo normal a nuestro planeta para vernos bien e iluminar mejor que nunca los tejados, los campanarios y los sueños de los que todavía miran al cielo en las noches de verano. 

viernes, 21 de junio de 2013

Hermano Río


Quiero llorar, como siempre que veo que te dañan de manera impune. Todos pensaríamos que, después de tanta lluvia, tu caudal estaría rebosante y fresco, preparado para afrontar el calor del verano que hoy comienza. Pero no será así porque algunos estúpidos descabezados han decidido que sale a cuenta secarte agua cuando algunos la piden para hacer dinero que nunca verás, o bien pudrirte con aguas fétidas procedentes de orígenes inmundos.

Gente sin escrúpulos, con nombres y apellidos, parece haber decidido castigarte. Y con ello, está matando mucho más que simplemente unos litros de agua. Las fotografías con bañistas parecen hoy algo de otro mundo. Ya no hay risas ni baños en tus orillas y no parece que eso vaya a cambiar ni pronto ni nunca. El olor que desprenden tus aguas se vuelve a ratos apestoso e irrespirable. No es agradable pasear a tu lado. Los peces sufren; cuando no los encontramos flotando en tus aguas por algún vertido, les vemos salir a la superficie como si buscaran oxígeno. Las vegas no se inundarán más aunque sí tenemos un nuevo paisaje en el que la tierra agrietada típica de un desierto yace en tus orillas. 

Odio a todas las personas que están haciendo posible que un río tan grande, hermoso y otrora lleno de vida se muera de manera implacable. Y es un odio bien merecido porque no respetan los tesoros naturales que son de todos y de nadie, y que ellos tratan como lo hiciera un niño mimado que destroza juguetes que no le pertenecen.

lunes, 17 de junio de 2013

Crónica de un huerto 8: Agresiones plumíferas

Yo imagino lo que se les debe pasar por la cabeza a los pajaritos cuando llegan a un huerto recién plantado y ven unos tiernos tallos verdes sobresaliendo de la tierra. ¡Qué bocado más sabroso! Y debe ser que ellos también están en crisis y tienen el estómago más vacío de los normal porque están acabando con las plantas a más velocidad que ninguna otra amenaza del huerto. A la mínima se acercan y "les cortan el gabis" a las pobres.



Este fin de semana hemos tenido que proceder a la replantación de los tomates ya que, al parecer, han sido sus víctimas favoritas. Pero ya no íbamos a ponernos a plantar semillas porque, si queremos tomates este año, más nos vale darnos prisa. Por tanto, hemos recurrido a la salvadora de siempre: la abuela Edu. Ella es, además de consejera, la mejor proveedora que jamás podríamos haber soñado por el cariño con el que nos da las plantas -que todo ayuda- y por sus métodos genuinos de germinación. 

El año pasado el hortelano mayor se deshizo en cabilaciones de cómo hacer un semillero. Hubo muchos trabajos de prueba y error. Así, tuvimos semillas en un semillero de madera con un cristal por encima para que hiciese de efecto invernadero, una nevera rota con un montón de cableado para meter bombillas y no sé qué... Pero el método de la abuela es el más infalible de todos: unas semillitas en un cubo y caminando. No invirtió tanto tiempo y tantos materiales dignos del chatarrero y, ahí la tenéis, sacando las plantitas de tomate. ¡Tan lerenda!


¡Gracias abuela! Si no la liamos parda y acabamos teniendo tomates, te los traeremos para que te hagas un buen pisto, gazpacho, ensalada o lo que tengas gana. ¿Qué haríamos nosotros sin ti?

Crónica de un huerto 7: En los huertos no hay vacaciones...

Las consecuencias irreparables de unas vacaciones de algo más de una semana son terribles en el contexto de un huerto. Si ya de por sí iba algo retrasada contando esta crónica, lo de ahora ya es un escándalo. Y es que en un huerto no hay vacaciones que valgan. Las plantas no esperan. No puedo hacer mucho, salvo intentar redimirme con una crónica acelerada de las últimas semanas. 


Después del abrimiento de zanja y removimiento de tierra, cuyo esfuerzo queda convenientemente ilustrado con la fotografía anterior, se procedió a la plantación de vegetales y hortalizas. Para mí, está es la parte más emocionante del proceso, después de recolectar y de zampar lo recolectado. En esta tarea participó un gran contigente de hortelanos como se puede apreciar en las fotografías. No hay nada como el trabajo en equipo. 


La compenetración es inaudita. Uno abre el agujero, la otra pone la semilla, el de más acá riega para que la cosa florezca mientras la de más allá quita unos cantitos para poder ir avanzando... Yo estoy sin palabras. Carolina vigila, no vaya a ser que la lien en un descuido. Sin ella seguro que alguno se habría ido de madre.


La que también vigila es la abuela. Viene de tanto en tanto a controlar que todo esté en orden y nos da buenos cosejos para que la cosa vaya a buen puerto. Seguro que en esa foto estaba diciendo algo así como: "¡Tú mételo bien! ¡Hasta el cogote!". Ella es defensora de plantar las plantas con el tallo muy profundo para que no se les "tuerza el pico". Y palabra de abuela va a misa, ya sabéis. 


Eso sí, hemos decidido dejar los surcos de la abuela exclusivamente para las patatas porque la modernidad también trae alguna que otra cosa buena. La huerta de los cantos estará regada en exclusiva con el riego por goteo porque el hortelano jefe dijo que aquello de esforzarse para regar se va a acabar. Así pues, ahí le tenemos organizando todo lo necesario para montar el bendito invento que nos ahorrará agua y un montón de curro.

Véase que la separación entre planta y planta está rigurosamente medida por la mega cinta métrica favorita de este lugar. Las cosas bien hechas, bien parecen. 


Después de un duro día de trabajo no hay nada como una buena barbacoita disfrutada en buena compañía bajo la sombra del laurel. Así, el trabajo se hace muchísimo más agradable y el estómago lo agradece.

Y así quedó nuestra huerta, descansando al solecito rico del verano que llega para ver crecer sus plantas y nuestra expectación a medida que vemos salir los brotes verdes.



viernes, 14 de junio de 2013

Whiterocks


La playa es larga y limpia. Me gusta el tacto suave de la arena entre mis dedos y el agua helada mojando el bajo de mi falda. Pero al final olvido el frío y siempre recuerdo el calor de los brazos de mi amante mientras miramos como el horizonte se apaga y el sol enrojece nuestra piel. Las paredes blancas de roca, también llenas de luz, nos amparan del viento, aquí, en esta playa nuestra que siempre estará en nuestros corazones.

jueves, 6 de junio de 2013

Crónica de un huerto 6: Las fresas supervivientes

 No importa con cuanto ahínco se discuta a lo largo de todo el invierno la ubicación de las futuras fresas. A la hora de la verdad, la emoción acaba cegando cualquier rastro de raciocinio. "Er papa" tenía ganas de huerto y, en un descuido de su señora esposa, las plantó en todo el medio, sin reparo ninguno. ¿Por qué? No sabemos. Es un misterio. A veces, los caminos del hortelano mayor son inescrutables.


Las piedras que colocamos alrededor de las susodichas fresas, además de ser una excusa tan buena como cualquier otra para quitarnos piedras de en medio, partió como un intento de diferenciarlas de hierbajos varios y así evitar su destrucción por error. Hasta el día de hoy han sido unas supervivientes sin igual. En el periodo de su vida más temprano han soportado heladas, una nevada que llegó a tronchar muchas ramas de los árboles de alrededor, granizo y hasta les ha pasado el tractor por encima. Son mis heroínas sin duda ninguna y ya me estoy relamiendo al imaginarme el rico sabor de las fresas que van tomando colorcito en la mata.


Crónica de un huerto 5: La huerta de los cantos

Cuando era pequeña, mi abuela Agustina solía contarme muchos cuentos del pasado. Uno de sus favoritos era aquel en el que llegaban a San Pablo y compraban la finca para hacerse una casa y echar raíces. Ella siempre recalcaba que antes estaban solos en esta parte alta del pueblo, no había ninguna casa y los del pueblo llamaban a este terreno la huerta de los cantos. A mí siempre me pareció algo curioso pero hasta este verano ninguno de nosotros ha tenido una idea del verdadero alcance de aquel nombre tan aparentemente inocente.


Comprendemos el nombre. Lo comprendemos mucho. ¡Está plagada de cantos! ¡Bien gordos! Y, claro, yo no recuerdo haber visto muchas hortalizas creciendo encima de los cantos, por lo que hemos tenido que pasar a la acción. Después de haber hecho una limpieza superficial del terreno creemos que podríamos construir una murallita entorno al huerto de los cantos dichoso. Pero esto no acaba aquí. Tenemos una mala noticia porque, a pesar del duro trabajo de apartamiento de piedras -que no de eliminación- el año que viene, cuando aremos, estaremos condenados de manera inevitable a tener más cantos al retortero. La buena noticia es que, para nuestro alivio, todavía falta un año entero para que eso suceda.

Los hortelanos en esta pedregosa tarea han sido muchos y muy bien dispuestos, dispersos a lo largo de varios días de trabajo. A continuación añadiré una serie de fotografías que ilustran a la gente manos a la huerta. 

 
Aquí tenemos a Fernando en ese periodo de tiempo en el que llegó a ser conocido como el pedrero por su terca obsesión de quitar los cantos antes de que nadie se lo hubiese pedido. Lo cierto es que debemos reconocerle su mérito al enfrentarse por primera vez y en solitario a la imagen desoladora de los muchos cantos por todas partes.



Pensamos que Toñi debió sentirse en algún momento envidiosa de Fernando y su sobrenombre de pedrero porque cogió con unas ganas la pala y la carretilla que todavía sorprende a cuantos lo escuchan. Increíble. 


Pero todo el mundo sabe que las cosas en solitario siempre se llevan peor. Así que aquí tenemos a una buena cuadrilla quitando piedras bien temprano por la mañana. Al fondo se puede entrever nuestra gran muralla.


Y entre col y col, lechuga... Te digo yo que hacer las cosas solo es muchísimo más aburrido. 
  
 ¡En fin! Los cantos que más estorbaban ya han sido echados a un lado y podemos dedicarnos a otra cosa, mariposa.

miércoles, 5 de junio de 2013

Una tormenta de verano



La tarde calurosa y soleada de hoy se ha teñido de negro en un momento y un chaparrón ha caído sobre los desprevenidos transeúntes. Las gotas de lluvia han mojado mis ventanas con fuerza, como enfadadas. Pero el cielo, a pesar de la tormenta, seguía siendo azul, allá, detrás de las nubes oscuras. Y eso a veces es difícil de recordar…

martes, 4 de junio de 2013

Crónica de un huerto 4: El grillo


Un grillo andaba escondido a la sombra, entre la hierba, hasta que unos despiadados hortelanos le privaron de su guarida fresca y verde. Sentimos el vandalismo. Busca otra sombra rica, amigo, y canta para nosotros en las noches de verano.

domingo, 2 de junio de 2013

Crónica de un Huerto 3: El patatal

Después de las indicaciones imprescindibles de tiempo y de lugar y de la presentación de los personajes de nuestra historia, va llegando el momento de visitar el huerto en cuestión. La primera clarificación que debemos hacer es que el huerto no es muy grande pero, aún así, tiene zonas bien diferenciadas. La primera zona en la que hemos trabajado es el patatal, un espacio dedicado con mucho cariño al medio irlandés de nuestra familia debido a su insistencia en la necesidad de que tuviésemos patatas.


Las primeras cosas son primero así que antes de plantar nada fue necesario proceder al arado del terreno que, como tampoco es muy grande, no tomó mucho tiempo. Aunque, claro, con esa maquinita bien se puede correr. Como lo tuviéramos que hacer nosotros a mano otro gallo iba a cantar. Nótese en la fotografía la presencia del hortelano jefe supervisando las labores con sus manos convenientemente metidas en los bolsillos.


Véase aquí una fotografía más de cerca de la máquina remueve tierra a la que muchos animales en un pasado no tan pasado hubiésen tenido una envidia terrible.


Y, claro, como el tema de las patatas es uno duro la tarea tenía que ser encomendada a nuestro rotavator y al hortelano jefe que, su sombrerito puesto y su piel blanquita expuesta al sol, fueron los que más curraron. Durante toda la mañana ya no hubo más manos metidas en los bolsillos. 


Nuestra consejera experta nos informó de que las patatas no piden basura ni que se las riegue en las primeras semanas por lo que el trabajo consistió en abrir los surcos, cavar un hollito, meter una patata, y a tapar. 


Parece un proceso fácil pero debemos indicar en este punto que, por muy sencilla que parezca la tarea, siempre es posible equivocarse. Pero con ánimos de corregir los errores pasados y tener las cosas bien calculaditas, el hortelano jefe sacó el metro para que los surcos tuviesen la misma distancia unos de otros y que no se salieran las cosas de madre. Es un sistema que a muchos del pueblo les hubiese hecho reir a pecho partido pero, oye, las cosas bien hechas, bien parecen.


"Así trabajaron, así, así. Así trabajaron, así, así. Así trabajarón, así, así. Así lo hicieron que yo les vi."

sábado, 1 de junio de 2013

Crónica de un Huerto 2: Protagonistas del Huerto Social

La primera cosa que debemos recalcar aquí es que este no es un huerto al uso en el que un par de personas, como mucho, trabajan incansables y hacen las cosas a su manera. Este huerto ya es conocido universalmente como "el huerto social". Es un huerto en el que todo el mundo que lo desee puede participar y en el que los consejos expertos son siempre bien acogidos. Los no expertos a veces también. Ahora pasaré a presentar a los hortelanos más activos de la comunidad. Siento las ausencias. Intentaré enmendarme a medida que pase el verano. 


Aquí tenemos a "el papa", hortelano jefe y potenciador primigenio de toda esta idea de tener un huerto. Es el iniciador de todos los impulsos huertiles y motivador incuestionable de los hortelanos colaboradores. Le encanta dormir la siesta después de los esfuerzos mañaneros y medir la distancia entre los surcos con su metro de 25 metros porque, según afirma,  es mejor que sobre que no que falte.


Por indudable nivel de jerarquía, la siguente en ser presentada debe ser la santa esposa del hortelano jefe que por tanto podríamos pasar a denominar como "la mama". Muchos afirman que el nivel de competencias de "el papa" está claramente magnificado porque ella está en las sombras llevando los pantalones de la casa y de la huerta, aunque todo esto está aún por demostrar. Lo que es seguro es que ella tiene grandes dotes de gestión y de toma de decisiones. Le encanta plantar petunias y dar órdenes...


Patrick ha sido conocido por muchos nombres en el contexto del huerto y todos ellos inciden en su gran potencia con el garrancho y su incansable ímpetu trabajador que no se ve menguado ni por el calor ni por las muchas piedras. Así podemos escuchar a la gente referirse a él como "rotavator", " cañero" o "bulldozer". Es el miembro más exótico de nuestra comunidad con su barba pelirroja procedente de su mitad irlandesa y nunca se le ocurre salir sin su gorrito para evitar quemones indeseables en zonas incómodas.


Aquí tenemos a Fernando, el filósofo del equipo que, aunque tuvo un comienzo brillante como pedrero, en los últimos tiempos ha perdido un poco de gas. Sus contribuciones a la huerta han sido limitadas debido a las grandes exigencias de sus estudios pero no dudamos que su importante labor como pensador dará sus frutos un día de estos. En cualquier caso, todavía le queda verano para redimir sus ausencias. Le encanta poner poses interesantes, jugar al ajedrez, fumar tabaco de liar y comer chuletones más grandes que él.



 Aquí tenemos a Julia, también conocida como la chica de las lilas o nuestra Julia. Este sobrenombre se debe a que le encantan las lilas y ha sido hacedora y motivadora de la plantación de tres lilos en el borde de la huerta. Julia es una chica muy dulce y que nunca tiene reparos en ponerse manos a la tierra para cavar, plantar o lo que se tercie. Le gustan las cosas bonitas, los niños, los comistrajos ricos, mojar sopas en caldos varios y ver crecer cosas verdes (si tienen flores, mejor que mejor).


Aquí tenemos a Toñi, una de las hortelanas más activas y la que ha tenido un gran impulso hacia la limpia de gorrones del terreno que, como veremos en próximas entregas, no es tarea nada fácil. A un leve silbidito siempre está dispuesta a ayudar. Tiene también una gran virtud y es su estupendo sentido del humor con el que el trabajo parece menos trabajo.


Este es Adrián, nuestro director de cine particular que, en los descansos entre toma y toma, se dedica a colaborar en el huerto. ¿Quién sabe? A lo mejor algún día de estos se anima y nos hace algún rodaje con el huerto social como telón de fondo.

No podía faltar en el reparto la hortelana más joven de todas, nuestra benjamina Carolina. Una de sus máximas aspiraciones es encontrar divertimento y esta foto da buena muestra de su ímpetu. 


Aquí estoy yo que, como siempre soy yo la que hace las fotos, nunca aparezco en ninguna de ellas. Mis labores fundamentales son las de reportera, fotografa (así, sin tilde), recadera y, en general, chica para todo.


Y por último, pero no por ello menos importante, la abuela Eduarda, que debido a sus largos años de experiencia y a ser poseedora de una sabiduría popular de valor incalculable, es nuestra consejera más estimada.